Según la Real Academia de la Lengua un textil es aquel material capaz de reducirse a hilos y ser tejido. El textil no solo ha influido en el ser humano por sus características como material, sino también por la singularidad y relevancia de las técnicas vinculadas al mismo. De hecho, el hilado no responde al descubrimiento de un material o su obtención, sino a la creación de técnicas y a la acumulación de conocimientos y avances tecnológicos desarrollados durante miles de años para producir tejidos.
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Recorrido histórico
Los textiles son los materiales que obtenemos de tejer o entrelazar hilos, creando productos que han servido para vestirnos, decorar viviendas o hacer recipientes. Su etimología proviene del latín textilis -tejido-, texere -tejer-, pero deriva de la raíz indoeuropea teks, que significa tejer, fabricar, como en el tekhne griego: técnica.
Con la mejora constante de la técnica, hemos utilizado los tejidos a lo largo de nuestra historia para fabricar viviendas -como las jaimas-, elementos de transporte -como las camillas-, recipientes -como los sacos- o elementos decorativos -como las alfombras, las cortinas y los tapices-.
Gracias a la creación de tejidos hemos podido llegar hasta los rincones más recónditos del planeta, sin importar las condiciones climáticas extremas, desde el desierto del Valle de la Muerte hasta el Everest. Y es que, sin duda, su principal aplicación ha sido la de fabricar nuestra vestimenta.
Comenzamos quitando la piel a otros animales y cosiéndolas entre sí para darnos abrigo, pero, poco a poco, fuimos elaborando nuestras “segundas pieles”, con materiales vegetales y animales, como el lino, el cáñamo, el algodón, la lana o la seda.
De esta forma, desde hace más de 40.000 años tenemos herramientas asociadas al tejido, como las agujas producidas con hueso. Durante el neolítico se inventó el huso y, posteriormente, la rueca que, con el paso del tiempo, daría origen a los primeros telares.